¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar los viajeros por una fotografía? Situaciones peligrosas que vi en mis últimas vacaciones

Al borde de un risco. Al lado de una enorme cascada. Abrazando algún animal salvaje. O quizás saltando en paracaídas. No hay duda que las fotografías osadas se toman las Redes Sociales y los likes se multiplican como la espuma. Más si estamos en un destino exótico, o muy lejano al hogar. Esas imágenes son la coronación de las vacaciones soñadas.

Siempre me han gustado las fotos de viajes. Siento que las caras de la gente muestran felicidad y relajo, y si a eso agregamos un toque de atrevimiento, mucho mejor. Pero, ¿Cuánto eres capaz de arriesgar por una fotografía para Instagram?

La pregunta me la vine a hacer 9 años después de haber empezado a viajar. Imagínense cómo las imágenes impactan en nuestro comportamiento, con todos los estímulos que tenemos gracias a las Redes Sociales.

En septiembre y octubre de este año tuve la fortuna de recorrer Islandia por segunda vez. Di la vuelta al país completo en una ruta de más de 1.300 kilómetros por enmudecedores paisajes naturales. Hice mi rutero en Google My Maps. Marqué cada uno de los atractivos que quería conocer. Muchos de ellos los encontré gracias a las cuentas de Instagram islandesas. Ahí, vi por varios meses que en el top 3 de los paisajes más populares estaba Studlagil. Un cañón espectacular de rocas basálticas con un río de aguas turquezas, y un muro de piedras que dan lugar a fotografías espectaculares. ¡Obvio que lo incluí!

Fotografía de @iceland

Ya en el norte del país, llegamos a un cruce que nos conectaba con la ruta hacia Studlagil. Teníamos que desviarnos 16 kilómetros hacia el interior, por las “High Lands” islandesas. Empezamos a avanzar en paralelo al río de las fotos que tanto había revisado. Las señaléticas indicaban que íbamos por el camino correcto. Dos autos se veían a la distancia, tan curiosos como nosotros. Llegamos al estacionamiento, justo al lado de una parcela privada. Los dueños autorizaban el ingreso de viajeros al lugar.

Bajamos del auto, y justo frente a nosotros dos letreros enormes. Uno con un  mapa de los dos caminos disponibles para bajar al cañón. Y el segundo con un aviso en letras mayúsculas “La Caída es Mortal”. Nos miramos y decidimos avanzar para ver qué pasaba más adelante. Nos encontramos con la quebrada del cerro abruptamente. Por el borde del risco se veía una cuerda frágilmente clavada al suelo con estacas de metal, que no servían para sostenerse en la bajada, sino que eran una suerte de guía para saber por dónde avanzar.

A lo lejos vi a dos grupos de personas: una pareja que venía de vuelta. Y cuatro jóvenes que buscaban la mejor alternativa para el descenso. Avanzamos no más de 50 metros hasta la primera parada. Miramos hacia abajo y era realmente muy peligroso. Por una fotografía no nos íbamos a arriesgar. Así es que decidimos volver.

Mientras avanzábamos a nuestra próxima parada en el rutero vi que por el otro lado del río caminaban varias personas hacia el cañón. Busqué en Google y había una ruta alternativa por el otro lado del río, que era aún más peligrosa. Había que recorrer 8 kilómetros caminando por el borde de los cerros. Entre las personas que divisé, incluso pude distinguir a alguien con un trípode y equipo de iluminación para hacer mejores fotografías. ¡Toda una locura! Más aún si pensamos que el río en invierno es mucho más caudaloso y la bajada al cañón facilita los deslizamientos con la lluvia. ¿Cómo bajas por ahí con las manos ocupadas?

Me quedó dando vueltas la pregunta ¿A cuánto está dispuesta la gente por una foto? Y recordé que unos días atrás habíamos pasado por Dettifoss, la cascada más potente de Europa, con caudales de hasta 500 m3 por segundo. Al hacer el rutero vi que habían dos opciones de camino. Una con la ruta pavimentada y todo demarcado (vía 864), pero según contaban los viajeros, con menos vista para fotografías. Y una segunda ruta sin pavimentar, sin demarcación de seguridad, pero que permitía llegar al borde de la cascada y tener fotos maravillosas (vía 862). Islandia es un país naturalmente salvaje, y soy de las que cree que la naturaleza se disfruta, pero por sobre todo se respeta. Si vas a la cascada más caudalosa de Europa no puedes pretender sentarte al borde del agua. Me decidí por la ruta segura.

Al llegar a la imponente cascada, que es un espectáculo que nunca antes vi en mi vida, me sorprendí con el mismo tema: el atrevimiento al que nos llevan las redes sociales por una foto. Desde el otro lado del agua pude ver a la gente que había tomado la ruta 862 y es verdaderamente un peligro. Varios estaban desafiantes posando para sus fotografías muy cerca del agua y al borde de la quebrada.

Volví de las vacaciones analizando si existen límites para este tema, o está bien en la medida de que cada persona, conociendo los riesgos, tome la decisión de ir más allá. ¿Deberían algunos lugares turísticos naturales limitar más sus accesos para resguardar a los viajeros? ¿O será responsabilidad de cada viajero concluir si pone o no en riesgo su vida? Los invito a que me cuenten su experiencia con los riesgos por una fotografía en los viajes y me ayuden a encontrar la respuesta.

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